El año pasado conocí a Mario, el chico más interesante con el que he salido. Entre sus singularidades sobresalen que tiene TDH, es médico y ama la música. Como buen amante del rock, cada año va al Vive latino.
Hice todo por estar en el Vive con la esperanza de reencontrarnos. Hubiera sido más fácil escribirle pero, por cobarde y rebuscada, llegué al festival en su aniversario número 20 en busca del hombre que me tenía cautivada, consciente de que no lo vería.
Todo inició en complicidad con Ángel, mi mejor amigo periodista de rock, quien consintió mi capricho y me pidió escribir la experiencia de mi primera vez en el festival.
Llegamos a la una de la tarde al Velódromo. Comimos los tacos más ricos de la ciudad en una terraza cercana dónde nos vendían caguamas carísimas y todos los comensales nos convertimos en sobrinos de la “tia P”.
Llegué sola como Alicia a un país de maravillas musicales. Tenía que explorar. Lo primero y más importante era cubrir los grupos que me había asignado Ángel y no perderme por nada a “LP”.
Laura Pergolizz, mi crush musical desde que se hizo viral el video acústico Lost on you, era la razón más fuerte de estar ahí. Más que la esperanza del reencuentro.
Tenía tres responsabilidades: Cubrir seis conciertos en ocho horas, cantar a todo pulmón ohohohohoh ohhhhohhh baby i´m lost on you y reencontrarme con Mario.
Como se puede intuir, soy una neófita musical y mi recorrido por los seis escenarios del festival eran más como una visita a un museo de música latinoamericana moderna.
Mi primer show fue el de “Jumbo”. Llegué puntual, pero ellos iniciaron tarde. A mi alrededor había un montón de grupitos de amigos que esperaban con ansias al grupo y se emocionaban con los dos primeros acordes. Yo ya estaba ahí, así que me dejé llevar entre el público y logré corear ciertas estrofas. Cuando vi la hora descubrí que me quedaban 15 minutos para caminar del Escenario Indio a la Carpa Doritos, dónde se presentaría LP. Corrí como una loca desquiciada por el camino menos conveniente.
De repente escuché gritos de éxtasis a lo lejos. LP había iniciado su concierto sin mí. Me sentí Ana Gabriela Guevara siendo rebasada en competencia. Cuando llegué a la carpa los fans nos expandíamos más allá, pero mucho más allá, de los límites calculados para los espectadores. Al fondo escuchaba 'When we´re hi' y yo me dejaba ir entre la multitud que asemejaba a una hora pico en el metro. Mes escabullí como mantequilla entre hombres y mujeres con temperatura elevada gracias a la testosterona que irradia esa andrógina mujer. Cuando al fin me encontré en el epicentro del show no logre ver a Laura. Mi agraciado 1.57 de estatura me dejaba perdida entre los amantes de esta chica y su voz. Ni brincando ni de puntitas alcanzaba a verla pero un palo de selfie me transmitió todo el concierto. No me importó, esa mujer tiene una fuerza impresionante y talento de sobra. Bailé, grité, empujé, me empujaron, casi no podía respirar, pero mi cuerpo y su voz estaban conectados. We were lost on you Laura. Sólo con escucharla chiflar nos embrujó a todos. Detrás de mí varios hombres comentaban que solo por ella dejarían que sus novias tuvieran algo con una chica y todas las presentes moríamos por ser “la chica”.
Terminó. En mis fotos de ese momento se observan ojitos de borrego a medio morir y una sospechosa sonrisa. Mi siguiente parada fue “División Minúscula”, pero antes fui por mi respectiva pulsera / monedero electrónico.
Regresé al escenario Indio y tuve un viaje de vuelta a la adolescencia. De pronto me encontraba totalmente sola entre miles de desconocidos coreando “tú, desconéctame, humanos como tú aquí no hay, no hay.” Pero me sentía libre e identificada, segura. Todos estábamos ahí justo para eso, para desconectarnos del mundo por unas horas y darnos permiso de vibrar. Esa es la magia del festival, por eso vas y regresas, siempre regresas o añoras volver. Son 20 años de unión ente bandas que se hacen y se terminan, de curiosos como yo que nos dejamos llevar sin pretensión alguna. Dos décadas de ser parte de SÍ mágico musical latino al que desde ahora me sumo.
Mi siguiente parada fue el escenario Telcel para despedir a Liquits, la banda de las irreverencias de la adolescencia. Ya hacía calor y ameritaba una chela, así que fui por la Indio más cara y menos fuerte de mi vida para brindar por los que nos incitan a correr desnudos en Timbuctú. La fantasía, creatividad, irreverencia y falta de solemnidad de estos músicos me hicieron sentirme en Neverland con una botarga de oso carpintero que fumaba mota y quiere subir al cielo en una planta de chicharos mágicos regada con agua de fruta natural. Relajados y nostálgicos recibimos a Joselo para corear Desde que. Entre el público una un chico le pidió matrimonio a su novia en pleno coro, ella aceptó, los que los vimos les gritamos, chiflamos y seguimos contando, ahora para la parejita que se besaba intensamente mientras sus acompañantes compraban cerveza diluida para celebrar. Éramos cómplices de un compromiso en un concierto de separación.
Terminó. Liquits. Cerró como todo un grande su vida musical y yo tenía que correr para llegar a ver a Fobia pero junto al escenario Telcel, en la Carpa Doritos, una trompeta y percusiones me atraparon. En el escenario tres hombres estrafalarios jugaban, bailaban y tocaban la música más extraña y contagiosa que he escuchado en mi vida. Todos los que veníamos de “Liquits” nos quedamos a bailar con ellos. Bailamos solos, ellos me movían, cerré los ojos y me dejé ir, si acaso abría los ojos era para ver los movimientos de cadera del hombre de la trompeta y reírme. “Too many zoos” fue la mejor sorpresa de esa noche. No llegué a sentirme viva con Fobia; esta banda americana me hizo sentir con un microbito que jugaba en mi cuerpo.
Después de tanta intensidad tuve una hora de descanso en la que descubrí que sí, añoraba compartir esta primera vez con alguien. Después de “LP" ya sabía que Mario efectivamente no era el amor de mi vida, que es Laura Pergolizz y también es imposible, así que dejé de lado mi búsqueda fallida.
Regresé al escenario principal, la banda ya estaba muy prendida, en el aire se esparcía un evidente olor a mota, y yo como ratón nocturno me escabullía entre la multitud para escuchar a Caifanes. Los señores nos hicieron cantar más de lo que cantaron pero se los perdonamos por su derecho de antigüedad.
Siguiendo el sabio consejo de mi abuela yo le sonreí a todo el mundo. Entre sonrisa y sonrisa dos chicos me hablaron. Un par de amigos me adoptaron y al fin pude compartir con alguien lo que restaba de la noche.
Juntos nos fuimos a Foals, banda que no conocía pero estaba en el itinerario de Ángel, y me encantó. El grupo británico me conquistó no solo con su belleza, porque todos están muy guapos, también con sus inesperados cambios de música que hacen caer hasta al más renuente.
Para finalizar la noche, ahora acompañada, regresamos al Foro sol para escuchar a SKA-P. Se armó el slam. Confieso que verlo es un fetiche salvaje que disfruto, pero mis nuevos guaruras me alejaron de la zona de riesgo y yo me dejé cuidar. La banda madrileña prendió hasta al más fresa y yo, que en mi vida los había escuchado, me uní al ritual del ska para cerrar con broche de oro mi paseo por el museo interactivo musical al que llegué en busca de un hombre al que no encontré pero salí con dos y enamorada de una mujer (LP).
Tags: Vive Latino, Jumbo, LP, Caifanes, Ska-P, amor, amor de mi vida, Liquits, Foals, División Minúscula, festival, Too Many Zoos, Fobia, , , nota de Staff Rocksonico, noticias internacionales
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