Pasa de la de 1 de la tarde. Más de 25 grados en el ambiente, el sol pega fuerte en el oriente de la Ciudad de México. Saliendo por el lado norte del Metro Ciudad Deportiva se entra al barrio. De inmediato, discretas invitaciones a beber micheladas. Clandestinos, les llaman.
Con cartulinas fosforescentes las casas invitan a entrar a baños que hoy cuestan algunas monedas. El Vive Latino y sus sanitarios poco sanitarios son la carnada perfecta para pagar por llegar “vacío” al festival.
Queremos entrar a una avisando que somos periodistas y que queremos contar una historia al respecto.
“No carnales, la delegación está muy dura hoy”, avisa un sujeto que juega a tener 40 años. A la vuelta de una de las calles se alcanza a ver un garage disfrazado de cantina lleno de jóvenes llenos de caguamas.
Después de dar algunas vueltas parece que hay rendición.
-Una coca, por favor, bro.
-¿No quieren unos tacos? Si quieren pueden pasar arriba.
A toda velocidad y emocionados subimos unas angostas escaleras de caracol. En el segundo piso hay personas sentadas en sillones gordos; elegimos una azotea cubierta por una lona sostenida por una escalera. Llegamos al clandestino.
Hay tacos y se ven bien servidos. Hay caguamas y algunas cervezas en lata. Pedimos unos tacos y dos latas de cerveza. De fondo alguien con una bocina pone a “Mis Colegas” de Ska-P. Varios corean y juegan a calentar la garganta con una de las bandas que más gente quiere ver. Ya no resulta extraño que toque después de Caifanes.
No hay donde sentarse. Está todo ocupado. Una chava que no pasa de los 25 años sube una reja que antes se usó para transportar y almacenar refrescos. Uno de nosotros se sienta y procede a atacar los tacos. Antes, brindamos con cerveza y nos unimos a la plática de los amigos que estamos por hacer.
El aire es fresco. Ayuda a disimular el calor.
Al fondo de la azotea hay dos tipos que cargan una caguama cada uno. Un hombre y una chava que vienen de Cuautitlán, Estado de México.
-Vinimos al primer Vive. ¿Cuántos años crees que tengo?
-No, ps si viniste al primer Vive que fue en 98 al menos unos 35-38, ¿no?
-Nel, tengo 32. Vine a los 12. No fue muy diferente a los masivos que se hacían en CU (la UNAM). Mi jefa me puteó porque llegué tarde. En los masivos una vez me puse a llorar con unos chavos porque no sabíamos cómo regresarnos. Los policías nos abrieron el Metro y así regresamos- cuenta cagado de risa.
Quien está al lado es su esposa.
-Nos casamos y hemos estado viniendo al Vive. Sólo nos hemos perdido dos de los 20 que se han hecho- dice orgullosa.
-Una vez, en el de 2012 trajimos a nuestro hijo de un año, ahora tiene ocho. Nos tuvimos que ir porque estuvo llore y llore. Sólo vimos a Jumbo y nos fuimos. Aparte hacía muchísimo aire. No mames, estuvo cabrón, se nos enfermó después de eso- relata.
En frente hay tres jóvenes del Estado de México. Dos de Toluca y uno de Jocotitlán, un pueblito cerca de la capital mexiquense.
La morra le pega a los 25 años y va a disfrutar su segundo Vive, el primero, en 2017, “fue una locura y lo pasé muy chido, aunque hubo muchas fallas en el sonido, me acuerdo que Vicentico estaba muy enojado y tiró el pedestal varias veces”.
Vicentico se vuelve tema de conversación entre los mexiquenses. El hombre de Cuautitlán muestra orgulloso sus fotos con él hace varios años, es uno de sus héroes musicales.
Antes de terminarnos las chelas brindamos por pasarlo chido en el Vive, por seguir conociendo gente con la que se pueda hablar de música y por ser felices a partir de eso.
Doña Paty nos lleva la cuenta y nos vamos. El Vive apenas acaba de empezar.
Foto: Iankarla Castillo
Tags: Vive Latino, michelada, cerveza, tacos, azotea, clandestino, caguama, Ska-P, Cuautitlán, 1998, Toluca, , nota de Staff Rocksonico, noticias internacionales
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